A la crisis del 2001 hay que rastrearla desde mediados de los años noventa y los primeros cortes de rutas piqueteros. Y, luego, en el fracaso de la oposición política, expresada principalmente en la Alianza, que llegó a la presidencia de la nación en 1999, pero no para dar cauce al descontento social y para urdir junto con él otra posibilidad para la Argentina. En este sentido, fue un fracaso del sistema político que, a través de sus vertientes progresistas, a lo sumo pretendió corregir las “inmoralidades” y “corrupciones” del menemismo. El levantamiento de 2001 lo puso en crisis pero, a la par, lejos de ser un movimiento homogéneo de inmediato mostró sus distintas caras: la del trabajador desocupado, la del ahorrista indignado, la del asambleísta, la del cacerolero y del que saquea. La potencia política del acontecimiento, que conmovió a las clases dirigentes, luego dependió de esa articulación de fuerzas que conoció su límite con el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. ¿En qué medida el levantamiento del 2001, y también su encerrona, fue la condición de posibilidad del kirchnerismo?