Los años noventa, años del menemismo, constituyen otro momento fundamental de estos 40 años de democracia. La estabilidad política, posible por la represión decidida al último levantamiento carapintada, así como por la reforma constitucional de 1994 que permitió la reelección de Menem, convivió con una Plaza de Mayo vacía de multitudes, al menos de las interpeladas desde el Estado. Una más de las tantas novedades que el menemismo le asestó al clásico texto peronista. Si el “uno a uno” hizo posible la expansión del consumo que, hoy se dice, alcanzó el rango de “derecho”, la precarización laboral y el desempleo se constituyeron en un dato sólido, mayor. En una sociedad desatada de sus viejos deberes, creció la creatividad cultural y política y, a la par, nuevas y vigorosas formas de lucha social.