El amanecer democrático pareció la realización de un sueño. Ponerle final definitivo a la dictadura, con el aliento a favor de todo lo que podía la democracia: dar de comer, educar, curar. Pero mientras que se vivía esta historia, otra -la de la pobreza y la precarización producidas por el terrorismo de Estado, incluso la de la impunidad- se empezaba a levantar como una ola que terminó cubriendo la escena. Entre las promesas de la democracia y la hiperinflación. Entre el preámbulo de la Constitución y la ley de Obediencia Debida.